La verdad, eso que conoce Y reconoce cualquier niño, aún si está dentro de una gran mentira, es siempre simple Y evidente. Crecer, convertirse en adulto es, en gran parte, aprender a mentir y a creerse las mentiras, ya sean ajenas o propias.
La verdad, eso que conoce y reconoce cualquier niño, aún si está dentro de una gran mentira, es siempre simple y evidente. Crecer, convertirse en adulto es, en gran parte, aprender a mentir y a creerse las mentiras, ya sean ajenas o propias.
¿Por qué habríamos de tener miedo a decir la verdad? Porque, como adultos, somos ahora responsables de la verdad que generamos. Y esa verdad no nos gusta; arreglarla es demasiado complicado y le damos la espalda.
El niño, en cambio, puede acusar sin temor; no tiene razón para mentir: lo ve y lo dice. El niño tiene, en pocas palabras, la única autoridad competente para juzgar y exigir respuestas, y con ella la capacidad de generar un cambio.